jueves, 24 de noviembre de 2011

Antes de conocerte, no era nadie.
Vivía por vivir, sin metas ni objetivos profundos, creyendo que lo que hacía no tendría nunca consecuencias.
Entonces vivir era rutinario, lineal y sosegado.
Muchas veces me planteé compartir mi vida con alguien. Acabé por comprarme una mascota.
Ascender en el trabajo significaba más responsabilidad, nunca oportunidad.
Viajar me producía hastío; ir al cine, insulso; pasear, aburrido.
El cielo era un gran telón oscuro que me escondía del resto del universo.
Y de repente, tú.
Tu muerte me hizo comprender que todo en esta vida es relativo, es banal, es destino. Todo en esta vida es causa y consecuencia, significado y significante, crear y destruir.
Todo en esta vida es susceptible de cambiar.
Después de conocerte, el resto era nadie.
Vivía por querer vivir, quería quererte, creyendo que hacerlo no tendría jamás consecuencias.
Entonces quererte era espontáneo, pasional y excitante.
Muchas veces me planteé compartir mi vida contigo. Acabamos por comprarnos un perro.
Ascender en el trabajo implicaba un reconocimiento, siempre un éxito.
Viajar contigo se volvía una aventura; ir al cine, íntimo; pasear, romántico.
El cielo era un gran telón brillante donde nos escondíamos del resto del universo.
Y de repente, tú.
Tu muerte me hizo comprender que todo en esta vida es absoluto, es crucial, es destino.
Todo en esta vida es realidad y ficción, signo y designio, amar y desengañarse.
Todo en esta vida es susceptible de morir.

miércoles, 12 de enero de 2011

Silencio

En aquí

me detengo

buscando

en la palabra

la respuesta

que falta

a la pregunta

que no alcanza

a llegar.


-Descubro-

el silencio

cuando mi boca

en el espejo

no refleja

su sonrisa.



¿Tristeza o acaso indiferencia?



Ayer y hoy,

los ojos tan secos de no llorarlos,

como los goznes de una puerta

a la que no llaman

se oxidan


¡Qué vida tan seca!

¡Tan silenciosa la ausencia de sonrisas!

¡de actos reflejos en el espejo!


La pregunta,

como la garra en el tigre

y el espolón en el gallo,

es, sólo, parte

de mi incertidumbre.

Así lo es la respuesta:

Tan oxidada de no ofrecerse.


Mama,

decía que fuese honesto.

Cuando se enojaba,

gritaba,

que no mintiese.

Sería todo lo mismo,

sí,

si fuésemos sordos.

Los sordos de palabra

no entienden

los mecanismos del sentimiento.


Yo

el silencio lo siento

más hondo que el grito,

porque el silencio acalla

el grito.

El grito atrae a

el grito.

Súmamelos

y será

ruido. Sin embargo,

¡Cuánto ruido tiene el silencio!

No me gusta el silencio

que se cotiza hoy en día,

tan vacío de ruido,

tan contenido

en su intento

de ser

silencio.


Ahora,

entiendo por qué me asustaban

los cementerios

-tanto asustado que dolía,

los pelos como agujas-;

Y por qué,

hoy,

cuando el mundo grita

me refugio con un cigarro

entre lápidas,

onusto de espanto.


El silencio

-no lo puedo medir-

de la palabra es

tan tangible

en lo seco de mis ojos

que no cabe

sonrisa.

Displicente.

Sarcástica.

Irónica.

Cínica.

Sincera

siquiera.


Papa,

no hablaba;

Tampoco estaba silencioso.

Actuaba,

buscando en la acción

acallar tanto grito.

Papa era inteligente,

de esos que son

Inteligentes de la verdad.

De raíz cuadrada y

de latín;

Sí, pero

de los de experiencia y

de esfuerzo.

De los de vida

por encima del todo.


Si algún día creciese

me gustaría ser padre,

y madre. Me gustaría

una mezcla de ambos:

Un Ma-Pa-ché

sería

con mucho gusto,

agradecido,

para llegar a aceptar

que el grito,

en algunas ocasiones,

llega antes que

el silencio,

y que

no tiene nada de malo.

-la maldad está subestimada-

Pero eso es experiencia,

pero eso es honestidad.

Pero es papa,

pero es mama.

Y

hoy por hoy

está fuera de mi alcance.

Hoy por hoy.

Soy.

-el de los ojos secos-

El que encontró

en el espejo el silencio

que le faltaba.


9-10-01-2011

VNP